jueves, 24 de enero de 2013

Hundimientos y promesas (1)




Diálogo [de Dario Danti] con Fausto Bertinotti


En nuestro último diálogo hemos hablado también de violencia. El brutal delito de Erika y Omar podría ser, a la postre, un útil pretexto para continuar esta discusión. Luigi Pintor habla de una especie de posibilidad que existe en la naturaleza humana de per se y que puede desencadenar lo incomprensible. Fausto, ¿el hombre es la cosa más tremenda entre tantas cosas tremendas que existen? 


Puesta así la cosa, la situación humana es algo difícil de investigar. Eso parece ir más allá de la frontera de lo cognoscible, más allá de una línea de sombra. Sin embargo, se trata de un interrogante posible y, al mismo tiempo, necesario. Se refiere a lo humano, a su destino, a su presencia en el cosmos. Es una pregunta legítima. Sin embargo, su solución es muy compleja: se abre ante nuestros ojos una solución difícilmente penetrable hasta el fondo. Además, hay que tomar en consideración las diferentes fases históricas porque no es lo mismo ponerse este interrogante antes o después de Auschwitz, antes o después de Hiroshima.

Para indagar ciertos momentos de crisis, si no queremos confiar en el lema de Ludwig Wittgenstein –  “de lo que no se puede hablar hay que callar”--  que fuerza a elegir el silencio, debemos interrogar críticamente  quien ha afrontado, a lo largo de la modernidad, un cuerpo a cuerpo teórico con la cuestión provocada por el nihilismo. Probablemente la responsabilidad de presentarse en la vida humana ayuda a intentar comprender lo que, por otra parte, es incomprensible. ¿Qué son esos incomprensibles? Es lo que se  presenta en ciertos momentos de la historia.

Es la dimensión de la violencia organizada de la política y en la política, o la guerra con todas sus atrocidades hasta el punto extremo de la tortura y de la destrucción sistemática del otro, del adversario elevado a enemigo. Se puede salir de esto a través de la (buena) política que quiere eliminar el riesgo de concebirse también como violencia organizada para alcanzar una victoria a cualquier precio. Es decir, una política que intenta romper las cadenas que la ligan al poder, incluso cuando éste se transforma en su cárcel. El saneamiento es posible y puede abrir la esperanza: alcanzar lo que el filósofo ilustrado Inmanuel Kant llama la paz perpetua, conseguir la profecía.

Después hay otra dimensión, la que ejemplifica el gesto feroz de Erika y Omar. Más que a la guerra nos lleva tras la posibilidad instalada en la naturaleza humana de precipitarse en el horror.


¿Por qué insistes, Fausto, que el delito de Novi Ligure, más que a la guerra, puede hacer que la naturaleza humana se precipite de manera irreversible en el horror de la violencia?  


He aquí la primera dimensión. La posibilidad de sobrepasar lo que concebimos como humano, y su consiguiente entrada en la dimensión de la violencia organizada de la guerra, puede ser derrotada también por la historia de los hombres organizados políticamente.  

Podemos, intelectual y políticamente, pensar en liberarnos de la violencia de la guerra con el quehacer colectivo, comunitario, organizado. En este sentido –tras la Segunda guerra mundial--  las Naciones Unidas nacieron con un objetivo concreto: “nunca más la guerra”. No fue sólo una necesidad, sino un proyecto concreto de la paz. 

El artículo 11 de nuestra Constitución habla explícitamente del repudio a la guerra. Lo dice la organización política del mundo, lo dice la naciente República italiana: es concebible erradicar la guerra de la historia de la humanidad. El hecho de que esta inspiración pueda ser derrotada –hasta la teorización y la práctica de la guerra preventiva y permanente--  nos conduce hasta el horror posible de la política, pero no niega la posibilidad de que pueda dar lugar a su contrario, la paz.

Ahora, hablaré de la otra dimensión. El delito de Erika y Omar abre también la posibilidad de la violencia porque “son muchas las cosas tremendas y de todas ellas, la más tremenda es el hombre”, como recuerda Pintor. También es real esta posibilidad –el hombre puede ser la cosa más tremendo de todas--  pero, esta última, tiene que ver con un elemento que trasciende la política.

El delito de Nuovi Ligure es paradójicamente incomprensible históricamente. Esta posibilidad del hombre no está conectada a una condición existencial y a un destino, cuyos últimos resultados son difíciles de escrutar hasta el fondo. En ese sentido, en el análisis del delito, nos ayuda mucho más el pesimismo de  Giacomo Leopardi –y su madrastra naturaleza— que cuanto pueda hacerlo un sociólogo contemporáneo (1). Sabemos que todo contexto social lleva consigo un determinado grado de violencia que conduce a la dinámica acción /  reacción, pero no podemos situar, aquí y a este nivel, el punto de análisis. Ciertamente es útil el análisis de las condiciones económico-sociales de la estructuración de la psicología de masas y de los perfiles identitarios;  pero el tránsito de este clima que alimenta la violencia individual en el hecho de que ese hombre (y no otro), que esa mujer (y no otra) realicen ese acto tan feroz de no ser considerado compatible con nuestra idea de humanidad –como para considerarlo con la categoría de “monstruo”--  está sumergido, escondido en los pliegues extremos del ánimo humano. Vuelve aquí lo que investiga el nihilismo. En mi opinión es el “otro” lo que permanece como interrogante sin que se dé la posibilidad de eliminar la cuestión, si no es mediante la forma abierta tan dramáticamente por Luigi Pintor. Una posibilidad no previsible.

Es el fondo del delito: se trata de un odio incontrolable y ajeno al pensamiento humanista hasta el punto de llegar a matar al otro. En el lado opuesto se sitúa la felicidad como posibilidad en la vida, en la plena realización de cada uno personal y colectivamente. Estos dos extremos –el odio y la felicidad--  trascienden la política, si bien la interrogan.

Felicidad … no creo que la Declaración de Independencia de los EE.UU. de 1776 sea superior a otras porque inserte en sus principios el derecho a la felicidad. Más bien, pienso que la codificación de ese objetivo es un error: la política no es omnipotente, no es ilimitada ni lo abarca todo. Por el contrario, la alta política es la que acepta el límite para ella misma, incluso porque asume el hecho de que el hombre es un ser limitado.

Quiero citar aquí al filólogo Sebastiano Timpanaro y su materialismo sui generis. Comparto con él su tesis de que el hombre biológico, que está en nosotros, no está superado por el hombre social: permanece en nosotros. El hombre biológico no es eliminable; ni siquiera puede hacerlo la revolución. La metáfora del homo novus –que ha atravesado los sueños más altos de los revolucionarios— parte del erróneo reclamo de que, con el cambio de las relaciones económico-sociales, se realiza necesariamente, casi automáticamente, incluso una mutación radical de la naturaleza humana. Es quizás por este motivo que, en la articulación de la categoría de revolución, Antonio Gramsci no habla nunca, con razón, del hombre nuevo sino del orden nuevo

Matar significa violencia; tanto si es obra de un solo hombre como de hombres organizados es, probablemente, una diferencia cuantitativa. Elías Canetti sostiene que la forma más baja de la supervivencia consiste en matar. ¿Estás de acuerdo con esta tesis?        
 
No estoy de acuerdo con el primer punto del argumento. En síntesis, la violencia de Erika y Omar es, en último análisis, indescifrable; las violencias de las guerras, del terrorismo y de la explotación del hombre por el hombre pueden ser descifradas y derrotadas.

Vayamos ahora a la auténtica pregunta. En su célebre prefacio a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, Jean-Paul Sartre sostiene que, cuando se produce –a través de la colonización--  el dominio o la explotación de un Estado sobre otro pueblo hasta el punto de negar la ciudadanía política a la población indígena, el derecho al autogobierno de aquel pueblo e incluso  la dignidad que da el reconocimiento por parte del otro a la pertenencia común de la humanidad, el único modo que el colonizado tiene para existir es matar al colonizador.

Tengo que matar para alcanzar la humanidad que se me niega: esta es la tesis sartriana. Obviamente pesa la ambivalencia de la supervivencia. En clave negativa, sufriendo una condición impuesta, sobrevivir no es vivir; en una óptica positiva se trata de actuar para derribar un muro. Es el muro quien separa al colonizado del colonizador: hay que abatirlo para conseguir la humanidad, para salir de la supervivencia. Esta dicotomía, esta doble condición, sin embargo, no se corresponde del todo a lo verdadero. Porque descuida la oportunidad de la política de hacer que el excluido  entre en la humanidad sin sufrir el cálculo del opresor ni antes ni después de la caída de este último. Si analizamos un gran acontecimiento colonial como el de la Gran Bretaña sobre la India, vemos que el colonizado vence gandhianamente al colonizador mediante la política de la no violencia. Es, pues, la posibilidad de escapar y, después, de salir de la condición de supervivencia sin matar al que te relega a aquel estatus no humano.

No es verdad, por lo tanto, que matar individualmente en la cotidianeidad, como en un delito feroz, represente simplemente una variante de la guerra, de la colonización, de la masacre colectiva. Hay una diferencia cualitativa: en este caso, en la historia, nos podemos substraer de la violencia organizada de los hombres mediante la política de los hombres. Pero en la cotidianeidad de la vida …               


Vayamos a los hechos. La violencia del 11 de septiembre –el hundimiento de las Torres Gemelas--  tapa la violencia del julio genovés que, a su vez, había archivado la del febrero de Nuovi Ligure


Repito que no se trata de la misma tipología de violencia, no tiene la misma matriz. No se puede pretender una explicación de toda forma particular de violencia en la historia y, al mismo tiempo, atribuir a la Historia (ésta con H mayúscula) la característica de mantener en su regazo toda la violencia, haciéndola de esta manera irresponsable, y criada independientemente de toda su posible y concreta modalidad de desarrollo. La violencia no es una estructura impersonal de la historia.

Yo sé dar una explicación al por qué de la violencia política. Que vale para Génova –por la represión policial cuando lo del G 8— y vale para el hundimiento de las Torres Gemelas. Pero no sé encontrar una explicación racional del cruel delito de Erika y Omar. Entonces, ¿dónde está la diferencia? En Nuovi Ligure está lo irreducible de la propia persona con respecto a las demás. En Génova y Nueva York, sin embargo, asistimos a unos acontecimientos en el que las personas intervienen sobre la base de resultados de comportamiento fruto de fenómenos colectivos (de movimiento, de organizaciones políticas, estatales …). En este segundo caso –Génova y las Torres Gemelas--  hay una génesis concreta que no es metahistórica sino situada en un tiempo y en un espacio determinados.

<<Yo sé>>. Retomo intencionadamente este íncipit de un escrito de Pier Paolo Pasolini que considero útil  para explicar lo sucedido en Génova (2). <<Yo sé los nombres de los responsables… >> con independencia de las pruebas e indicios que llevaron a juicio y a las condenas de los Tribunales. ¿Por qué esta presunción? Porque lo que ha sucedido tiene una explicación política y social. En aquellos años, particularmente en 2001, el movimiento altermundista es la única fuerza planetaria que contesta la globalización económica neoliberal y el pensamiento único del mercado, llevado adelante cultural y políticamente por las clases dominantes. Es el primer movimiento posnovecentista que puede abrir una brecha tras la derrota histórica del movimiento obrero. Después de la respuesta que se dio a la Cumbre de Seattle en 1999, el movimiento y sus razones se expandieron por todo el planeta.

El G – 8 de Génova es la cita fundamental de los nuevos patronos del mundo. También el movimiento se da cita en Génova para contestar y oponerse a los Ocho grandes y sus opciones de futuro del planeta. Aquel movimiento fue un elemento de fortísima inquietud para las clases dominantes. Podía romper los huevos del cesto. Yo sé que en Génova la dirección mundial decidió el sistemático recurso a la violencia para destrozar el movimiento, impedir su crecimiento, reducirlo a una espiral ya conocida: represión / reacción a la represión, espiral de violencia, represión sistemática. Contrariamente a las expectativas, esta estrategia no ha triunfado porque el movimiento ha desmentido la previsión: no ha respondido con la violencia a la violencia.

A la violencia terrorista responsable del hundimiento de las Torres, sin embargo, hubo la reacción de los EE.UU. a través del recurso a la violencia de la guerra. En este caso, a diferencia del anterior, se desencadena  inexorablemente la espiral. Se trata del círculo vicioso terrorismo / guerra / terrorismo. <<Yo sé los nombres de los responsables …>> de los atentados del 11 de septiembre y de la teorización y práctica de la guerra global preventiva y permanente: George W. Bush y Obama Bin Laden son los nombres de dos políticas de guerra.

En Génova asistimos a la violencia de una inédita represión a sabiendas de los poderosos de la tierra, pero que también  insinúa un movimiento de nuevo tipo

… ya la preparación de Génova representa un camino de siembra y proyecto de futuro. Hasta Génova hubo anuncios, con Génova tuvimos la auténtica madurez del movimiento.

Siempre es útil leer las señales que anticipan los tiempos: la conferencia de las mujeres en Nueva Delhi, la experiencia del zapatismo y Marcos en Chiapas, Seattle … Son tantos los elementos que favorecen el proceso, que después vendrá la forma y la fuerza en torno a la creación del Fórum Social Mundial de Porto Alegre en Brasil. (Con esta cita estamos a finales de enero). La puesta en contacto de estos tres términos (forum – social – mundial) habla de la aparición de un nuevo sujeto que quiere intervenir a escala global. Es el escenario de las multitudes: una presencia y una organización sin partidos, sin la centralidad del líder que se expresan mediante los forums y la participación difusa.

En Italia, la constitución del Genoa social forum fue un hecho muy importante. Nació una coordinación que dió lugar a una forma original de “gobierno” del movimiento: plural, articulado, horizontal. Se trata, según la afortunada expresión de Naomi Klein, del “movimiento de los movimientos”. De las Tute Bianche [Ropas blancas, n. de t.], de las hermanas de Bocadasse.

Después vienen las tres larguísimas jornadas de julio

Llegamos a esa cita con una gran preocupación. Son pocos los que subrayan el hecho de que antes de los acontecimientos de Génova hubo la represión de la policía en tiempos del gobierno de centro-izquierda en Nápoles, en marzo de ese mismo año, durante las manifestaciones con ocasión del Global forum sobre el e-government. Aquello fue el ensayo general; fue una represión inaudita y desconocida, en años recientes, por sus formas y modalidades.

En julio, la ciudad ligur fue blindada porque se piensa en un estado de asedio. Génova vivirá un auténtico estado de excepción. La indisponibilidad anunciada por los poderes públicos no sólo empuja a la negociación con el gobierno y las fuerzas del orden, sino que interroga al movimiento sobre las formas de lucha que hay que adoptar. Aumenta una responsabilidad mayor acerca de qué y cómo no se debe hacer: ante todo no se debe dar lugar a la instrumental división entre “buenos”, de una parte, y “malos”, de otra parte. Incluso por este motivo se produce una pluralidad de comportamientos y prácticas concretas de desacuerdo y del conflicto que acaban siendo reconocidas como recíprocamente compatibles por las diversas almas del movimiento porque se discute y se acuerda colegialmente. Esta responsabilidad la podemos definir como una especie de autoeducación del movimiento.

El jueves de los inmigrantes es un día mágico, alegre: parece el arco iris; parece que se desarrolla ante un movimiento de liberación preventiva de la posible pesadilla de la violencia. Génova, ciudad abierta.

Pero todo se estropea. Es viernes por la tarde. El asesinato de un muchacho, Carlo Giuliani,  cae sobre los manifestantes y sobre las manifestaciones como una terrible desgracia y una injusticia intolerable. Esta muerte es un cortacircuito en el movimiento: rabia, cólera y furia que se abren camino como los sentimientos más fuertes.

Recuerdo la tarde del viernes, la asamblea en la gran plaza Kennedy con miles de personas amontonadas. Se aprueba la manifestación para mañana, sábado. Me piden que tome la palabra. Dudo por el cargo que ostento: secretario de un partido que habla en una reunión del movimiento. Aunque Rifondazione estaba de lleno dentro del movimiento, podía percibirse como un elemento externo. Pero la intervención era indispensable. Temblando intento decir lo que me parecía justo: era necesario preservar la integridad de la manifestación del sábado ante la violencia sin ninguna propensión a la violencia. No se debía replicar militarmente ni mucho menos durante la noche o habrá una tragedia.

La escucha y el acuerdo con aquel discurso –y otros similares al mío--  fueron la demostración de que aquella multitud tenía una auténtica vocación que, después, llamamos no violencia.                   


Notas del traductor José Luis López Bulla


(1) Cuando Leopardi pasa al pesimismo histórico afirma que solamente en los tiempos antiguos la naturaleza era vista por el hombre de una manera idílica. El hombre creía en los sueños e ilusiones. Una vez que descubrió que la realidad es otra, por la vía de los acontecimientos imprevistos que decide el curso de la naturaleza, el hombre odia la madrastra naturaleza que ya no es benévola.  



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