Diálogo [de Dario Danti] con Fausto Bertinotti
En nuestro
último diálogo hemos hablado también de violencia. El brutal delito de Erika y
Omar podría ser, a la postre, un útil pretexto para continuar esta discusión.
Luigi Pintor habla de una especie de posibilidad
que existe en la naturaleza humana de per se y que puede desencadenar lo
incomprensible. Fausto, ¿el hombre es la cosa más tremenda entre tantas cosas
tremendas que existen?
Puesta así la cosa, la situación humana es algo
difícil de investigar. Eso parece ir más allá de la frontera de lo cognoscible,
más allá de una línea de sombra. Sin embargo, se trata de un interrogante
posible y, al mismo tiempo, necesario. Se refiere a lo humano, a su destino, a
su presencia en el cosmos. Es una pregunta legítima. Sin embargo, su solución
es muy compleja: se abre ante nuestros ojos una solución difícilmente
penetrable hasta el fondo. Además, hay que tomar en consideración las
diferentes fases históricas porque no es lo mismo ponerse este interrogante
antes o después de Auschwitz, antes o después de Hiroshima.
Para indagar ciertos
momentos de crisis, si no queremos confiar en el lema de Ludwig
Wittgenstein – “de lo que
no se puede hablar hay que callar”-- que
fuerza a elegir el silencio, debemos interrogar críticamente quien ha afrontado, a lo largo de la
modernidad, un cuerpo a cuerpo teórico con la cuestión provocada por el
nihilismo. Probablemente la responsabilidad de presentarse en la vida humana
ayuda a intentar comprender lo que, por otra parte, es incomprensible. ¿Qué son
esos incomprensibles? Es lo que se presenta en ciertos momentos de la historia.
Es
la dimensión de la violencia organizada de la política y en la política, o la
guerra con todas sus atrocidades hasta el punto extremo de la tortura y de la
destrucción sistemática del otro, del adversario elevado a enemigo. Se puede
salir de esto a través de la (buena) política que quiere eliminar el riesgo de
concebirse también como violencia organizada para alcanzar una victoria a
cualquier precio. Es decir, una política que intenta romper las cadenas que la
ligan al poder, incluso cuando éste se transforma en su cárcel. El saneamiento
es posible y puede abrir la esperanza: alcanzar lo que el filósofo ilustrado
Inmanuel Kant llama la paz perpetua,
conseguir la profecía.
Después hay otra dimensión,
la que ejemplifica el gesto feroz de Erika y Omar. Más que a la guerra nos
lleva tras la posibilidad instalada en la naturaleza humana de precipitarse en
el horror.
¿Por qué insistes, Fausto, que el delito de Novi Ligure, más que
a la guerra, puede hacer que la naturaleza humana se precipite de manera
irreversible en el horror de la violencia?
He aquí la primera
dimensión. La posibilidad de sobrepasar lo que concebimos como humano, y su
consiguiente entrada en la dimensión de la violencia organizada de la guerra,
puede ser derrotada también por la historia de los hombres organizados políticamente.
Podemos, intelectual y
políticamente, pensar en liberarnos de la violencia de la guerra con el
quehacer colectivo, comunitario, organizado. En este sentido –tras la Segunda guerra
mundial-- las Naciones Unidas nacieron
con un objetivo concreto: “nunca más la guerra”. No fue sólo una necesidad,
sino un proyecto concreto de la paz.
El artículo 11 de nuestra
Constitución habla explícitamente del repudio a la guerra. Lo dice la
organización política del mundo, lo dice la naciente República italiana: es
concebible erradicar la guerra de la historia de la humanidad. El hecho de que
esta inspiración pueda ser derrotada –hasta la teorización y la práctica de la
guerra preventiva y permanente-- nos
conduce hasta el horror posible de la política, pero no niega la posibilidad de
que pueda dar lugar a su contrario, la paz.
Ahora, hablaré de la otra
dimensión. El delito de Erika y Omar abre también la posibilidad de la
violencia porque “son muchas las cosas tremendas y de todas ellas, la más
tremenda es el hombre”, como recuerda Pintor. También es real esta posibilidad
–el hombre puede ser la cosa más tremendo de todas-- pero, esta última, tiene que ver con un elemento
que trasciende la política.
El delito de Nuovi Ligure es
paradójicamente incomprensible
históricamente. Esta posibilidad del hombre no está conectada a una condición
existencial y a un destino, cuyos últimos resultados son difíciles de escrutar
hasta el fondo. En ese sentido, en el análisis del delito, nos ayuda mucho más
el pesimismo de Giacomo
Leopardi –y su madrastra
naturaleza— que cuanto pueda hacerlo un sociólogo contemporáneo (1).
Sabemos que todo contexto social lleva consigo un determinado grado de
violencia que conduce a la dinámica acción / reacción, pero no podemos situar, aquí y a
este nivel, el punto de análisis. Ciertamente es útil el análisis de las
condiciones económico-sociales de la estructuración de la psicología de masas y
de los perfiles identitarios; pero el
tránsito de este clima que alimenta la violencia individual en el hecho de que
ese hombre (y no otro), que esa mujer (y no otra) realicen ese acto tan feroz de
no ser considerado compatible con nuestra idea de humanidad –como para
considerarlo con la categoría de “monstruo”--
está sumergido, escondido en los pliegues extremos del ánimo humano.
Vuelve aquí lo que investiga el nihilismo. En mi opinión es el “otro” lo que
permanece como interrogante sin que se dé la posibilidad de eliminar la
cuestión, si no es mediante la forma abierta tan dramáticamente por Luigi
Pintor. Una posibilidad no previsible.
Es
el fondo del delito: se trata de un odio incontrolable y ajeno al pensamiento
humanista hasta el punto de llegar a matar al otro. En el lado opuesto se sitúa
la felicidad como posibilidad en la vida, en la plena realización de cada uno
personal y colectivamente. Estos dos extremos –el odio y la felicidad-- trascienden la política, si bien la
interrogan.
Felicidad
… no creo que la
Declaración de Independencia de los EE.UU. de 1776 sea
superior a otras porque inserte en sus principios el derecho a la felicidad.
Más bien, pienso que la codificación de ese objetivo es un error: la política
no es omnipotente, no es ilimitada ni lo abarca todo. Por el contrario, la alta
política es la que acepta el límite para ella misma, incluso porque asume el
hecho de que el hombre es un ser limitado.
Quiero
citar aquí al filólogo Sebastiano
Timpanaro y su materialismo sui
generis. Comparto con él su tesis de que el hombre biológico, que está en
nosotros, no está superado por el hombre social: permanece en nosotros. El
hombre biológico no es eliminable; ni siquiera puede hacerlo la revolución. La
metáfora del homo novus –que ha
atravesado los sueños más altos de los revolucionarios— parte del erróneo
reclamo de que, con el cambio de las relaciones económico-sociales, se realiza
necesariamente, casi automáticamente, incluso una mutación radical de la
naturaleza humana. Es quizás por este motivo que, en la articulación de la
categoría de revolución, Antonio Gramsci no habla nunca, con razón, del hombre nuevo sino del orden nuevo.
Matar significa violencia; tanto si es obra de un solo hombre como de hombres organizados es,
probablemente, una diferencia cuantitativa. Elías Canetti sostiene que la forma
más baja de la supervivencia consiste en matar. ¿Estás de acuerdo con esta
tesis?
No
estoy de acuerdo con el primer punto del argumento. En síntesis, la violencia
de Erika y Omar es, en último análisis, indescifrable; las violencias de las
guerras, del terrorismo y de la explotación del hombre por el hombre pueden ser
descifradas y derrotadas.
Vayamos
ahora a la auténtica pregunta. En su célebre prefacio a Los condenados de la tierra
de Frantz Fanon, Jean-Paul Sartre sostiene que, cuando se produce –a través de
la colonización-- el dominio o la
explotación de un Estado sobre otro pueblo hasta el punto de negar la
ciudadanía política a la población indígena, el derecho al autogobierno de
aquel pueblo e incluso la dignidad que
da el reconocimiento por parte del otro a la pertenencia común de la humanidad,
el único modo que el colonizado tiene para existir
es matar al colonizador.
Tengo
que matar para alcanzar la humanidad que se me niega: esta es la tesis
sartriana. Obviamente pesa la ambivalencia de la supervivencia. En clave
negativa, sufriendo una condición impuesta, sobrevivir no es vivir; en una óptica
positiva se trata de actuar para derribar un muro. Es el muro quien separa al
colonizado del colonizador: hay que abatirlo para conseguir la humanidad, para
salir de la supervivencia. Esta dicotomía, esta doble condición, sin embargo,
no se corresponde del todo a lo verdadero. Porque descuida la oportunidad de la
política de hacer que el excluido entre
en la humanidad sin sufrir el cálculo del opresor ni antes ni después de la
caída de este último. Si analizamos un gran acontecimiento colonial como el de la Gran Bretaña sobre la India , vemos que el
colonizado vence gandhianamente al colonizador mediante la política de la no
violencia. Es, pues, la posibilidad
de escapar y, después, de salir de la condición de supervivencia sin matar al que
te relega a aquel estatus no humano.
No
es verdad, por lo tanto, que matar individualmente en la cotidianeidad, como en
un delito feroz, represente simplemente una variante de la guerra, de la
colonización, de la masacre colectiva. Hay una diferencia cualitativa: en este caso, en la historia, nos podemos substraer de
la violencia organizada de los hombres mediante la política de los hombres.
Pero en la cotidianeidad de la vida …
Vayamos
a los hechos. La violencia del 11 de septiembre –el hundimiento de las Torres
Gemelas-- tapa la violencia del julio
genovés que, a su vez, había archivado la del febrero de Nuovi Ligure …
Repito que no se trata de la misma
tipología de violencia, no tiene la misma matriz. No se puede pretender una
explicación de toda forma particular
de violencia en la historia y, al mismo tiempo, atribuir a la Historia (ésta con H
mayúscula) la característica de mantener en su regazo toda la violencia, haciéndola de esta manera
irresponsable, y criada independientemente de toda su posible y concreta
modalidad de desarrollo. La violencia no es una estructura impersonal de la
historia.
Yo sé dar una explicación al por qué
de la violencia política. Que vale para Génova –por la represión policial
cuando lo del G 8— y vale para el hundimiento de las Torres Gemelas. Pero no sé
encontrar una explicación racional del cruel delito de Erika y Omar. Entonces,
¿dónde está la diferencia? En Nuovi Ligure está lo irreducible de la propia
persona con respecto a las demás. En Génova y Nueva York, sin embargo,
asistimos a unos acontecimientos en el que las personas intervienen sobre la
base de resultados de comportamiento fruto de fenómenos colectivos (de
movimiento, de organizaciones políticas, estatales …). En este segundo caso
–Génova y las Torres Gemelas-- hay una
génesis concreta que no es metahistórica sino situada en un tiempo y en un
espacio determinados.
<<Yo sé>>. Retomo
intencionadamente este íncipit de un escrito de Pier Paolo Pasolini que
considero útil para explicar lo sucedido
en Génova (2). <<Yo sé los nombres de los responsables… >> con
independencia de las pruebas e indicios que llevaron a juicio y a las condenas
de los Tribunales. ¿Por qué esta presunción? Porque lo que ha sucedido tiene
una explicación política y social. En aquellos años, particularmente en 2001,
el movimiento altermundista es la única fuerza planetaria que contesta la
globalización económica neoliberal y el pensamiento único del mercado, llevado
adelante cultural y políticamente por las clases dominantes. Es el primer
movimiento posnovecentista que puede abrir una brecha tras la derrota histórica
del movimiento obrero. Después de la respuesta que se dio a la Cumbre de Seattle
en 1999, el movimiento y sus razones se expandieron por todo el planeta.
El G – 8 de Génova es la cita
fundamental de los nuevos patronos del mundo. También el movimiento se da cita en
Génova para contestar y oponerse a los Ocho grandes y sus opciones de futuro
del planeta. Aquel movimiento fue un elemento de fortísima inquietud para las
clases dominantes. Podía romper los huevos del cesto. Yo sé que en Génova la dirección mundial decidió el sistemático
recurso a la violencia para destrozar el movimiento, impedir su crecimiento,
reducirlo a una espiral ya conocida: represión / reacción a la represión,
espiral de violencia, represión sistemática. Contrariamente a las expectativas,
esta estrategia no ha triunfado porque el movimiento ha desmentido la
previsión: no ha respondido con la violencia a la violencia.
A la violencia terrorista responsable
del hundimiento de las Torres, sin embargo, hubo la reacción de los EE.UU. a
través del recurso a la violencia de la guerra. En este caso, a diferencia del
anterior, se desencadena inexorablemente
la espiral. Se trata del círculo vicioso terrorismo / guerra / terrorismo.
<<Yo sé los nombres de los
responsables …>> de los atentados del 11 de septiembre y de la
teorización y práctica de la guerra global preventiva y permanente: George W.
Bush y Obama Bin Laden son los nombres de dos políticas de guerra.
En
Génova asistimos a la violencia de una inédita represión a sabiendas de los
poderosos de la tierra, pero que también
insinúa un movimiento de nuevo tipo…
… ya la preparación de Génova
representa un camino de siembra y proyecto de futuro. Hasta Génova hubo
anuncios, con Génova tuvimos la auténtica madurez del movimiento.
Siempre es útil leer las señales que
anticipan los tiempos: la conferencia de las mujeres en Nueva Delhi, la
experiencia del zapatismo y Marcos en Chiapas, Seattle … Son tantos los elementos
que favorecen el proceso, que después vendrá la forma y la fuerza en torno a la
creación del Fórum Social Mundial de Porto Alegre en Brasil. (Con esta cita
estamos a finales de enero). La puesta en contacto de estos tres términos
(forum – social – mundial) habla de la aparición de un nuevo sujeto que quiere
intervenir a escala global. Es el escenario de las multitudes: una presencia y
una organización sin partidos, sin la centralidad del líder que se expresan
mediante los forums y la participación difusa.
En Italia, la constitución del Genoa
social forum fue un hecho muy importante. Nació una coordinación que dió lugar
a una forma original de “gobierno” del movimiento: plural, articulado,
horizontal. Se trata, según la afortunada expresión de Naomi Klein, del
“movimiento de los movimientos”. De las Tute Bianche [Ropas blancas, n. de t.],
de las hermanas de Bocadasse.
Después
vienen las tres larguísimas jornadas de julio.
Llegamos a esa cita con una gran
preocupación. Son pocos los que subrayan el hecho de que antes de los acontecimientos
de Génova hubo la represión de la policía en tiempos del gobierno de
centro-izquierda en Nápoles, en marzo de ese mismo año, durante las
manifestaciones con ocasión del Global forum sobre el e-government. Aquello fue el ensayo general; fue una represión
inaudita y desconocida, en años recientes, por sus formas y modalidades.
En julio, la ciudad ligur fue blindada
porque se piensa en un estado de asedio. Génova vivirá un auténtico estado de
excepción. La indisponibilidad anunciada por los poderes públicos no sólo
empuja a la negociación con el gobierno y las fuerzas del orden, sino que
interroga al movimiento sobre las formas de lucha que hay que adoptar. Aumenta
una responsabilidad mayor acerca de qué y cómo no se debe hacer: ante todo no
se debe dar lugar a la instrumental división entre “buenos”, de una parte, y
“malos”, de otra parte. Incluso por este motivo se produce una pluralidad de
comportamientos y prácticas concretas de desacuerdo y del conflicto que acaban
siendo reconocidas como recíprocamente compatibles por las diversas almas del
movimiento porque se discute y se acuerda colegialmente. Esta responsabilidad
la podemos definir como una especie de autoeducación
del movimiento.
El jueves de los inmigrantes es un
día mágico, alegre: parece el arco iris; parece que se desarrolla ante un
movimiento de liberación preventiva de la posible pesadilla de la violencia.
Génova, ciudad abierta.
Pero todo se estropea. Es viernes por
la tarde. El asesinato de un muchacho,
Carlo Giuliani, cae sobre los
manifestantes y sobre las manifestaciones como una terrible desgracia y una
injusticia intolerable. Esta muerte es un cortacircuito en el movimiento:
rabia, cólera y furia que se abren camino como los sentimientos más fuertes.
Recuerdo la tarde del viernes, la
asamblea en la gran plaza Kennedy con miles de personas amontonadas. Se aprueba
la manifestación para mañana, sábado. Me piden que tome la palabra. Dudo por el
cargo que ostento: secretario de un partido que habla en una reunión del
movimiento. Aunque Rifondazione estaba de lleno dentro del movimiento, podía
percibirse como un elemento externo. Pero la intervención era indispensable.
Temblando intento decir lo que me parecía justo: era necesario preservar la
integridad de la manifestación del sábado ante la violencia sin ninguna
propensión a la violencia. No se debía replicar militarmente ni mucho menos
durante la noche o habrá una tragedia.
La escucha y el acuerdo con aquel
discurso –y otros similares al mío--
fueron la demostración de que aquella multitud tenía una auténtica
vocación que, después, llamamos no
violencia.
Notas del traductor José Luis López
Bulla
(1) Cuando Leopardi pasa al pesimismo histórico afirma que
solamente en los tiempos antiguos la naturaleza era vista por el hombre de una
manera idílica. El hombre creía en los sueños e ilusiones. Una vez que
descubrió que la realidad es otra, por la vía de los acontecimientos
imprevistos que decide el curso de la naturaleza, el hombre odia la madrastra naturaleza que ya no es
benévola.
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