sábado, 19 de enero de 2013

HUNDIMIENTOS Y GIROS (y 2)


La izquierda se divide en nuestro país (y no sólo en 1991) en torno a la guerra y sobre el voto favorable a la operación Tormenta del desierto. ¿Crees, Fausto, que la mutación genética del Partido comunista italiano se consuma con la adhesión a ese tipo de conflicto bélico?

La guerra, y aquel voto favorable, son un anuncio de la fase futura, pero me gustaría analizarlas separadamente de la svolta y de la disolución del Pci.

Permíteme una premisa. El Pci fue un animal político original: una “jirafa” por usar la expresión de Palmiro Togliatti; un “país dentro de un país”, según Pier Paolo Pasolini. El Pci fue una originalidad con muchas dimensiones, enraizada en la historia de Italia, incluso en los acontecimientos del Mediterráneo. Una originalidad, que era fruto del grupo dirigente, hijos de la pequeña burguesía y de obreros cultos. Una originalidad construida sobre las tesis de un pensador irreducible a la vulgata marxista, Antonio Gramsci. Un acontecimiento original, el de los comunistas italianos. Porque estaba enraizado en los procesos de autogestión popular, de autogobierno, de mutualismo, de cooperación, de construcción de la sociedad civil (no en la o sobre la sociedad civil).  Uno sólo de estos factores y todos ellos conjuntamente.

El tema de fondo es: esta originalidad no declarada, aunque practicada ¿por qué estalla como consecuencia de una historia, a la que obviamente estaba conectada, pero de la que no era un calco? En otras palabras, ¿por qué, con el hundimiento del socialismo real, se disuelve también el Pci? Y, más en profundidad, ¿cuándo se dilapida la historia del Partido comunista italiano?  ¿Hay un momento en que esa historia cambia?

Para ayudarnos a buscar la respuesta se podría hacer la comparación con el Partido comunista francés. El Pcf, más implicado en la historia de la Unión soviética, no se disuelve. Hoy, este partido –desde el punto de vista de la organización y de la comunidad política (basta ver la fiesta de su periódico, L´Humanité)-- es todavía consistente. Sin embargo, electoralmente, es ya poca cosa con relación a los apoyos que registró en el pasado. Digo esto para significar que el destino de un sujeto político –el nombre que lo identifica--  no está ligado mecánicamente  a la continuidad de la organización que históricamente se consolidó en el tiempo. En Italia, después de 1991 la historia de los que mantuvieron la referencia del comunismo, aunque “refundado”, en algunas formas y en un determinado espacio temporal, ha ido en paralelo con la del Partido comunista francés en una pertenencia común a la izquierda alternativa, caracterizada por una búsqueda político-cultural muy diferente a las de la izquierda mayoritaria o a la reformista y moderada.  El quid, entonces, no es romper el partido de origen o no, sino cómo se sale; el problema no es el nombre y ni siquiera la persistencia o no de la vieja organización comunista.


¿A qué te refieres con la expresión ´cómo se sale´? ¿Cuál es la clave de bóveda para comprender el final del Pci?

Para complicar todavía más las cosas, diré que el problema  no es solamente “cómo se sale” sino, sobre todo, “cómo se entra” en la crisis. ¿Con qué  patrimonio se llega al momento de la confrontación? Y, sobre todo ¿dónde sitúas la confrontación si (y cuando) empieza un deslizamiento que, progresivamente, acaba en una “mutación genética” del Partido comunista italiano.

En mi opinión, en un cierto momento, maduran en el Pci dos historias que, progresivamente, se separan cada vez más. Por un lado, el partido, como comunidad de hombres y mujeres (o sea, el pueblo); por otro lado, el partido como estructura organizada con una determinada cultura política, una precisa línea política y un impermeable estado mayor. Aquel pueblo, substancialmente, en el año 1991 con expectativas, relaciones, liturgias y modos de ser profundamente marcados por su propia historia. Esta tesis está  apoyada por el hecho de que, todavía hoy, existe en nuestro país un pueblo de la izquierda con independencia de su pertenencia a los diferentes partidos existentes y a pesar de la ruina que existe en las fuerzas políticas de la izquierda. Junto a los dramáticos errores que devastaron la izquierda --tras el hundimiento de la URSS y la llegada de la globalización capitalista-- tendremos que considerar, para explicar la situación actual, también los deslizamientos y la progresiva adhesión a la modernización antes que referirnos a la transformación capitalista.


Entonces, ¿cuándo podemos localizar esta separación que conduce a la mutación genética del Pci?


Quienes se han interrogado sobre ello han dado diversas respuestas a lo largo del tiempo.

En la segunda posguerra, la primera identificación de un elemento de crisis e inicio de la mutación está, quizás, en el análisis de Cesco Chinillo, histórico secretario de la Federación comunista de Venecia. Estamos a principios de los años sesenta. El Pci, mientras se organiza la sociedad de los consumos, no comprende el nacimiento del neocapitalismo y la nueva subjetividad obrera. El partido, de ese modo, pierde su razón social y su raíz de clase se vuelve opaca.

Según Pietro Ingrao, la pérdida del papel político del Pci está representada en la ocasión fallida del XI Congreso cuando son derrotadas las tesis sobre el nuevo modelo de desarrollo y la exigencia de mayor democracia interna en el partido. Perdidos estos dos elementos viene a menos su inédita identidad  revolucionaria, y el partido se apresura a entrar en el campo de las compatibilidades con el sistema.

Otra ocasión perdida se puede fechar en los años 68 y 69. En aquel bienio es significativa la primavera de Praga, como hemos visto al comenzar esta conversación, así como es central la entrada en Occidente de nuevas figuras sociales: el obrero en serie y el estudiante-masa. El Pci falla en sus orientaciones a ambas figuras. No acepta las lecciones de Praga porque no admite lo que había visto y declarado: la irreformabilidad de los sistemas del Este y la exigencia de una ruptura vertical con todo ello. También, de aquel bienio –que, en Italia, durará incluso una década por lo menos--  no recoge el empuje anticapitalista que produce la ruptura del obrero común y del estudiante-masa.

Pero hay muchas otras tesis y otras tantas dataciones del inicio de la crisis.

Riccardo Terzi refleja mejor, en el aspecto político, que las anteriores tesis y ve en el compromiso histórico el resultado de una impreparación del partido a la hora de afrontar los grandes cambios de los años setenta.

Comoquiera que para observar de lejos se necesita el telescopio, de la misma manera hay que hacerlo para mirar atrás en la historia. Cada una de las tesis expuestas presenta una articulación, una ocasión perdida.  Quizá en toda la articulación del telescopio, en la suma de todos estos pasajes, se encuentra la mutación genética del Pci, que se configura como una auténtica revolución pasiva


¿Qué entiendes, Fausto, por revolución pasiva del Partido comunista italiano?


Esta es la categoría que usaba Gramsci para evidenciar un cambio necesario realizado en la sociedad: se trata de un proceso de modernización en cuya dirección se encuentran las fuerzas conservadoras. Esta categoría la podemos exportar al Pci: el partido acepta un proceso de mutación adaptativa que, progresivamente, empobrece al mismo tiempo de significado y de sentido el cuerpo ideológico originario, mantenido en vida, como supervivencia antes que como vida activa. Este cuerpo político, al que el pueblo le da linfa, se va vaciando en su interior. Se mantiene, como marco, la construcción ideológica histórica del Pci y su pueblo se alimenta de ello  para continuar existiendo como tal. Por desgracia, mientras continúa regenerándose en la lucha social un anclaje de clase, de civilización (el feminismo, el ambientalismo) es el propio aparato político quien lo frena, porque progresivamente se uniformiza por el grupo dirigente en el código económico, social y cultural prevalente. El aparato político se convierte en adaptativo.

Por este motivo, a finales de los años ochenta, la svolta ya no es una ocasión. Atribuyo a Achille Occhetto lealtad y honestidad intelectual. Él cree, en aquel tiempo, que se está presentando una ocasión especial y cree que debe aprovecharla. Sin embargo, en su razonamiento hay un irremediable vicio politiquero: liberar al Pci del peso y del bucle de la Unión soviética podría significar –según Ochetto--  liberarlo también de una tradición moderada y de compatibilidad [con el capitalismo] a la que me he referido cuando hablaba de la separación ; y, así,  resituar al nuevo partido sobre un terreno radical, más parecido al liberal de los americanos que a la socialdemocracia alemana.

Pero la svolta se construye desde arriba e impuesta desde arriba, precisamente desde donde se establece la cultura adaptativa. Todo lo que podía ser reconvertible, desde la izquierda, a la nueva situación como fuerza organizada de la sociedad italiana era el pueblo del Pci con sus sentimientos y sus pasiones. La energía vital estaba allí y no en el partido, entendido como línea política, capa política, estado mayor y burocracia. Por desgracia, Ochetto invierte sobre este “segundo partido”: la svolta se hace totalmente en el terreno de la politique politicienne. Era necesario, por el contrario, criticar el carácter separado de la estrategia y del lugar donde se tomó la decisión con respecto al pueblo que la padecía (aunque no la practicase hasta el fondo). Era necesario anclarse en la historia del conflicto  social y la democracia participativa.

En conclusión, no se debía partir del cambio de nombre, porque era lo más expuesto para las emociones; porque formaba parte de una noble tradición y como una bandera en el transcurso de los años.  Hubiera sido necesario un gran baño de humildad: poner en el centro los anhelos y deseos del pueblo del Pci para fundar una nueva subjetividad.

Así pues, no es una cuestión de nombre, ni de símbolos sino exclusivamente de centralidad del pueblo, y –para decirlo otra vez utilizando las palabras de Gramsci— de “conexión sentimental” entre el partido y su pueblo. Haberlo destrozado condenó toda la operación. El resultado, más allá de la desastrosa condiciones de la izquierda, se puede leer en el monólogo de Giogio Gaber Qualcuno era comunista (*).


(*)             http://www.youtube.com/watch?v=emoFu3iejiQ (N. del T. José Luis López Bulla)
                   


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