jueves, 17 de enero de 2013

El año 1991


El 12 de enero de 1991 muere Vasco Pratolini. Un año, junto al del nacimiento del escritor florentino, que parece fijar el inicio y el fin del siglo breve. Con esta afortunada expresión el historiador inglés Eric J. Hobsbawm definió el Novecento: la edad de las dos guerras mundiales; la siguiente de los años dorados y la división en bloques; la tercera, la de los corrimientos de tierra, iniciada en los años setenta y culmina con el derrumbe de los regímenes del socialismo realizado, y no sólo del Muro de Berlín.

Un siglo, el XX, comprimido entre guerras. El 17 de enero de 1991 estamos en plena guerra del Golfo estalla la operación Tormenta del Desierto.  Estados Unidos y sus aliados responden con bombas a la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein en agosto del año anterior. El parlamento italiano vota a favor de la misión y el Partido comunista se divide. Hay un diálogo a distancia entre Norberto Bobbio y Franco Fortini que evidencia la intensidad del debate de aquellos meses. Bobbio, en una entrevista al diario il manifesto, escribe que la guerra “pertenece al destino del hombre”. Le responde Fortini, desde las columnas del semanario L´ Espresso, preguntando irónicamente a los ´vencidos´. ¿Qué significa ´destino´? ¿Se trata de un único, indistinto y natural destino lo que acompaña a los hombres  desde las peleas de las tribus del Neandertal hasta las refriegas greco-persas,  las masacres de Vietnam o las bombas sobre Bagdad? Fortini es lapidario: “Organizar un bombardeo ´científico´ sobre una ciudad no es lo mismo que iniciar una lucha entre etnias armadas con fusiles de caza”. Y aquí se abre el tema de la relación entre vencedores y vencidos en la historia. Más todavía: ¿cuáles son los resultados que las guerras han determinado históricamente? ¿El vencido es el extremista? ¿O la derrota es un cierto tipo de victoria?

La sugerencia de Franco Fortini va más al fondo, e intenta evidenciar que el término ´guerra´  no es neutro. Entonces, ¿qué posisición hay que tomar en las discusiones sobre la guerra? Proclamar la inmoralidad, la inhumanidad o –como hace Umberto Eco--  la imposibilidad? Detrás de la palabra ´guerra´ , incluso de esta guerra, ¿qué se esconde? ¿Categorías antiguas pueden ser todavía útiles para interpretarla o son necesarios diferentes diccionarios y sintaxis? El poeta es sarcástico: “¿No queréis viejos nombres? Pues darle uno nuevo”. Pero la cuestión, parece aludir, sigue siendo la misma. Es de naturaleza económica.

El punto más riguroso del razonamiento de Fortini se refiere a la posibilidad de eventuales límites a los conflictos. Escribe como crítico irónico: “El sistema de garantías y de los organismos internacionales en el que muchos (y yo mismo durante un cierto tiempo) continúan viendo ´leyes´, que pueden hacer que los hombres sean ´buenos´  los que por naturaleza son ´malos´, tiene la probabilidad de progreso y éxito (como enseña la ONU) solamente en un mundo basado en la desigualdad y la violencia de los aparatos imperiales. Sin embargo, las luchas entre las clases que sólo (pero siempre enmascaradas en mil formas) se oponen objetivamente a aquellos aparatos no son ´guerras´, ni santas ni demoníacas.     

Dos problemas se desprenden de este razonamiento tan críptico como ingenioso.

El primero pone en tela de juicio otra palabra clave: ´justicia´.  ¿La justicia puede legislar haciendo buenos a unos hombres que en realidad son malos? (Vuelve también el concepto de naturaleza). Este tema es el mismo que el filósofo sofista Trasímaco, en el libro primero de la República de Platón, contiene en una afirmación que corre el riesgo de poner en dificultades a Sócrates: “La justicia es lo que conviene al más fuerte”. He aquí la explicación al segundo de los problemas: los fuertes y la fuerza, el uso de la fuerza. Según Fortini es la violencia de los aparatos imperiales. ¿Podemos responder a la violencia con la misma violencia, incluso de clase (guerras o luchas no santas y mucho menos demoníacas, pero legítimas y justas? En esta pregunta está un trozo del siglo breve.  


Dijimos que el Partido comunista italiano se divide en torno a la guerra.  Pietro Ingrao, en su diálogo con Claudio Carnieri, en  La pratica del dubbio, relaciona la disolución del PCI con la participación italiana en la primera guerra del Golfo: “Tomé la palabra en el Parlamento, donde --en una insufrible soledad-- manifesté mi desacuerdo. No encontré apoyos, ni siquiera en mis compañeros. Después tuve palabras de soporte una figura que apreciaba mucho: Giuseppe Dossetti. Y surgió entre nosotros una estrecha relación que duró hasta su muerte”.  La insufrible soledad de Ingrao sobre el tema de la guerra sanciona, en cierto sentido, la “mutación genética” del mayor partido comunista de Occidente. Sobre la paz y sobre el respeto al artículo 11 de la Constitución republicana se consuma una ruptura de la izquierda italiana, destinada a marcar momentos lacerantes incluso en los años sucesivos.  

Pero, ¿qué decía la moción de Achille Occhetto, Dare vita alla fase costituente di una nuova formazione politica? acerca de la relación entre paz y guerra (1). Plantea la salida de la contraposición entre Este y Oeste. Habla del desarme. Es una señal  para que un movimiento renovado por la paz avance propuestas  y pida controles sobre el uso de los recursos que se substraen al país para la compra de armamento. Se quiere favorecer “un proceso que esté a la altura de concebir el gobierno del mundo como resultado de una cooperación multipolar y pacífica, basada en la idea de la  interdependencia y no como la decisión de un planteamiento definitivo.

En la moción de Occhetto se habla de la perspectiva del socialismo como un “proceso mundial”.  Los comunistas italianos deben ser parte integrante de este proceso de manera explícita. ¿Renegando de su pasado? ¿Autodisolviéndose? No, al contrario, construyendo una nueva formación política. ¿De qué naturaleza? “Democrática, popular, reformadora, abierta a componentes progresistas laicos y católicos, intérprete de las nuevas demandas que vienen tanto del mundo del trabajo y de la cultura como de los jóvenes y las mujeres, del ambientalismo, del pacifismo, del movimiento de la no-violencia y del feminismo”.  ¿Qué pacifismo y no-violencia en la primera guerra del Golfo? Esta nueva naturaleza de un partido de izquierdas es papel mojado. Fue desmentida desde el primer momento político. O, mejor dicho, desde el último acto del viejo cuerpo político en el que, desde hacía tiempo, habían crecido y madurado otras visiones y vocaciones.

La pregunta, si se prefiere, es todavía más radical. ¿El giro (svolta) era necesario?  La intuición más fecunda de Achille Occhetto se refiere a la crisis del socialismo real. No se trata solamente del hundimiento del comunismo y, por lo tanto, se han salvado los socialistas y los socialdemócratas. Esta crisis estructural de una mitad del sistema global “lleva consigo el riesgo de arruinar los ideales del socialismo en gran parte del mundo”.  

Fueron unos meses de trastornos en todo el mundo. He aquí los últimos acontecimientos que se refieren al hundimiento de los países del Este: una auténtica y gran transformación. En marzo, en Lituania, Estonia y Letonia los resultados de los referendums  consultivos aprueban la secesión de la URSS. En junio, Boris Yeltsin es elegido presidente de la República rusa en la primera votación con sufragio universal. En julio queda ratificada la disolución del Pacto de Varsovia. En agosto se produce el golpe en la URSS: es el fin de la era Gorvachov. De esa manera se desmorona el bloque comunista: ocho países (entre ellos Estonia, Letonia  y Ucrania) proclaman su independencia de la Unión Soviética. En diciembre nace la Comunidad de Estados Independientes (CEI).



El simbolismo es la bandera de las banderas; del historiador la foto de grupo en un salón (para sellar la salida).  

La llamada "sala E" de la Feria de Rimini es el teatro de la conferencia de prensa de la escisión comunista  del Partito democratico della sinistra en el domingo 3 de febrero de 1991. Están inmortalizados, de derecha a izquierda el escritor Paolo Volponi, el senador Armando Cossutta que mira hacia arriba, el senador Lucio Libertini con los ojos hacia abajo, el ex sindicalista Sergio Garavini que se toca la barbilla, la cincuentona Ersilia Salvato y el treintañero Nichi Vendola (de lado). Siete días más tarde, en el Teatro Brancaccio de Roma, se celebra el primer acto nacional.  En aquella ocasión ondean el estandarte que han hecho los militantes del frente del No de Orvieto junto a junto a decenas y decenas de telas rojas que han sido recogidas en las diversas secciones del PCI. Cincuenta personas se han encargo de ello. Ondean como fondo en el palco; en todo lo alto hay una pancarta blanca con una leyenda en rojo que dice: movimiento para la refundación comunista. En diciembre aquel movimiento político celebra su congreso y lo convertirá en partido: el Partito della Rifondazione comunista.

Siguiendo el razonamiento que hace el sociólogo y politólogo Jean-Yves Dormagen en I comunisti, del PCI al nacimiento de Rifondazione comunista. Una semiología política emerge un juicio nítido sobre qué era la Rifondazione en sus inicios: "una aglomeración en torno a los símbolos comunistas". Diferentes historias, grupos y procedencias --tal vez una fusión en frío ante litteram--  unidos en la defensa de un símbolo: la hoz y el martillo. En su origen es evidente la intensidad de la batalla política y jurídica por la propiedad de los signos de identidad y, también, una reiterada producción litúrgica para volver a movilizar a la comunidad que fue. Incluso para ser "más comunistas que antes".


Una tarde de invierno en el comité estudiantil de mi instituto, después de la manifestación contra la guerra, veo a Lula, mi mejor amiga, sentada en la ventana con el símbolo de la paz en su blanquísima mejilla. Resalta mucho. Debemos discutir qué vamos a proponer el día después en la asamblea del instituto. Quizás tiene razón, debemos ser pacifistas contra la guerra y ocupar las clases. Pienso ...


Una tarde de verano en bicicleta. Atravieso el puente hacia la plaza donde está la estatua de Garibaldi. En un banquito hay dos banderas. Se reparten octavillas para adherirse al Movimiento por la Refundación comunista. Cojo una.      

Dario Danti 



Nota. Este capítulo ha sido traducido por José Luis López Bulla


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