El 12 de enero de 1991 muere
Vasco
Pratolini. Un año, junto al del nacimiento del escritor florentino, que parece
fijar el inicio y el fin del siglo breve.
Con esta afortunada expresión el historiador inglés Eric J. Hobsbawm definió el
Novecento: la edad de las dos guerras mundiales; la siguiente de los años
dorados y la división en bloques; la tercera, la de los corrimientos de tierra,
iniciada en los años setenta y culmina con el derrumbe de los regímenes del
socialismo realizado, y no sólo del Muro de Berlín.
Un siglo, el XX, comprimido entre guerras. El 17 de
enero de 1991 estamos en plena guerra del Golfo estalla la operación Tormenta del Desierto. Estados Unidos y sus aliados responden con
bombas a la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein en agosto del año
anterior. El parlamento italiano vota a favor de la misión y el Partido
comunista se divide. Hay un diálogo a distancia entre Norberto
Bobbio y
Franco Fortini que evidencia la intensidad del debate de aquellos meses.
Bobbio, en una entrevista al diario il
manifesto, escribe que la guerra “pertenece al destino del hombre”. Le
responde Fortini, desde las columnas del semanario L´ Espresso, preguntando irónicamente a los ´vencidos´. ¿Qué
significa ´destino´? ¿Se trata de un único, indistinto y natural destino lo que
acompaña a los hombres desde las peleas
de las tribus del Neandertal hasta las refriegas greco-persas, las masacres de Vietnam o las bombas sobre
Bagdad? Fortini es lapidario: “Organizar un bombardeo ´científico´ sobre una
ciudad no es lo mismo que iniciar una lucha entre etnias armadas con fusiles de
caza”. Y aquí se abre el tema de la relación entre vencedores y vencidos en la
historia. Más todavía: ¿cuáles son los resultados que las guerras han
determinado históricamente? ¿El vencido es el extremista? ¿O la derrota es un
cierto tipo de victoria?
La sugerencia de Franco Fortini va más al fondo, e
intenta evidenciar que el término ´guerra´ no es neutro. Entonces, ¿qué posisición hay
que tomar en las discusiones sobre la guerra? Proclamar la inmoralidad, la
inhumanidad o –como hace Umberto Eco--
la imposibilidad? Detrás de la palabra ´guerra´ , incluso de esta
guerra, ¿qué se esconde? ¿Categorías antiguas pueden ser todavía útiles para
interpretarla o son necesarios diferentes diccionarios y sintaxis? El poeta es
sarcástico: “¿No queréis viejos nombres? Pues darle uno nuevo”. Pero la
cuestión, parece aludir, sigue siendo la misma. Es de naturaleza económica.
El punto más riguroso del razonamiento de Fortini se
refiere a la posibilidad de eventuales límites a los conflictos. Escribe como
crítico irónico: “El sistema de garantías y de los organismos internacionales
en el que muchos (y yo mismo durante un cierto tiempo) continúan viendo
´leyes´, que pueden hacer que los hombres sean ´buenos´ los que por naturaleza son ´malos´, tiene la
probabilidad de progreso y éxito (como enseña la ONU ) solamente en un mundo basado en la
desigualdad y la violencia de los aparatos imperiales. Sin embargo, las luchas
entre las clases que sólo (pero siempre enmascaradas en mil formas) se oponen
objetivamente a aquellos aparatos no son ´guerras´, ni santas ni
demoníacas.
Dos problemas se desprenden de este razonamiento tan
críptico como ingenioso.
El primero pone en tela de juicio otra palabra
clave: ´justicia´. ¿La justicia puede
legislar haciendo buenos a unos hombres que en realidad son malos? (Vuelve
también el concepto de naturaleza). Este tema es el mismo que el filósofo sofista
Trasímaco, en el libro primero de la República de Platón, contiene en una afirmación
que corre el riesgo de poner en dificultades a Sócrates: “La justicia es lo que
conviene al más fuerte”. He aquí la explicación al segundo de los problemas:
los fuertes y la fuerza, el uso de la fuerza. Según Fortini es la violencia de
los aparatos imperiales. ¿Podemos responder a la violencia con la misma
violencia, incluso de clase (guerras o luchas no santas y mucho menos
demoníacas, pero legítimas y justas? En esta pregunta está un trozo del siglo breve.
Dijimos que el Partido
comunista italiano se divide en torno a la guerra. Pietro Ingrao, en su diálogo
con Claudio Carnieri, en La pratica del dubbio,
relaciona la disolución del PCI con la participación italiana en la primera
guerra del Golfo: “Tomé la palabra en el Parlamento, donde --en una insufrible
soledad-- manifesté mi desacuerdo. No encontré apoyos, ni siquiera en mis
compañeros. Después tuve palabras de soporte una figura que apreciaba mucho: Giuseppe
Dossetti. Y surgió entre nosotros una estrecha relación que duró
hasta su muerte”. La insufrible soledad
de Ingrao sobre el tema de la guerra sanciona, en cierto sentido, la “mutación
genética” del mayor partido comunista de Occidente. Sobre la paz y sobre el
respeto al artículo 11 de la
Constitución republicana se consuma una ruptura de la
izquierda italiana, destinada a marcar momentos lacerantes incluso en los años
sucesivos.
Pero, ¿qué decía la moción
de Achille
Occhetto,
Dare vita alla fase costituente di una
nuova formazione politica? acerca de la relación entre paz y guerra (1).
Plantea la salida de la contraposición entre Este y Oeste. Habla del desarme.
Es una señal para que un movimiento
renovado por la paz avance propuestas y
pida controles sobre el uso de los recursos que se substraen al país para la
compra de armamento. Se quiere favorecer “un proceso que esté a la altura de
concebir el gobierno del mundo como resultado de una cooperación multipolar y
pacífica, basada en la idea de la interdependencia
y no como la decisión de un planteamiento definitivo.
En la moción de Occhetto se habla de la perspectiva
del socialismo como un “proceso mundial”. Los comunistas italianos deben ser parte
integrante de este proceso de manera explícita. ¿Renegando de su pasado?
¿Autodisolviéndose? No, al contrario, construyendo una nueva formación
política. ¿De qué naturaleza? “Democrática, popular, reformadora, abierta a
componentes progresistas laicos y católicos, intérprete de las nuevas demandas
que vienen tanto del mundo del trabajo y de la cultura como de los jóvenes y
las mujeres, del ambientalismo, del pacifismo, del movimiento de la
no-violencia y del feminismo”. ¿Qué
pacifismo y no-violencia en la primera guerra del Golfo? Esta nueva naturaleza
de un partido de izquierdas es papel mojado. Fue desmentida desde el primer
momento político. O, mejor dicho, desde el último acto del viejo cuerpo
político en el que, desde hacía tiempo, habían crecido y madurado otras
visiones y vocaciones.
La pregunta, si se prefiere, es todavía más radical.
¿El giro (svolta) era necesario? La intuición más fecunda de Achille Occhetto
se refiere a la crisis del socialismo real. No se trata solamente del
hundimiento del comunismo y, por lo tanto, se han salvado los socialistas y los
socialdemócratas. Esta crisis estructural de una mitad del sistema global
“lleva consigo el riesgo de arruinar los ideales del socialismo en gran parte
del mundo”.
Fueron unos meses de trastornos en todo el mundo. He
aquí los últimos acontecimientos que se refieren al hundimiento de los países
del Este: una auténtica y gran transformación. En marzo, en Lituania, Estonia y
Letonia los resultados de los referendums
consultivos aprueban la secesión de la
URSS. En junio, Boris Yeltsin es elegido
presidente de la República
rusa en la primera votación con sufragio universal. En julio queda ratificada
la disolución del Pacto de Varsovia. En agosto se produce el golpe en la URSS : es el fin de la era
Gorvachov. De esa manera se desmorona el bloque comunista: ocho países (entre
ellos Estonia, Letonia y Ucrania)
proclaman su independencia de la Unión
Soviética. En diciembre nace la Comunidad de Estados
Independientes (CEI).
El simbolismo es la bandera de las banderas; del historiador la
foto de grupo en un salón (para sellar la salida).
La llamada "sala E" de la Feria de Rimini es el teatro
de la conferencia de prensa de la escisión comunista del Partito democratico della sinistra
en el domingo 3 de febrero de 1991. Están inmortalizados, de derecha a izquierda
el escritor Paolo Volponi, el senador Armando Cossutta que mira hacia arriba,
el senador Lucio Libertini con los ojos hacia abajo, el ex sindicalista Sergio
Garavini que se toca la barbilla, la cincuentona Ersilia Salvato y el
treintañero Nichi Vendola (de lado). Siete días más tarde, en el Teatro
Brancaccio de Roma, se celebra el primer acto nacional. En aquella ocasión ondean el
estandarte que han hecho los militantes del frente del No de Orvieto junto a
junto a decenas y decenas de telas rojas que han sido recogidas en las diversas
secciones del PCI. Cincuenta personas se han encargo de ello. Ondean como fondo
en el palco; en todo lo alto hay una pancarta blanca con una leyenda en rojo
que dice: movimiento para la refundación comunista. En diciembre aquel
movimiento político celebra su congreso y lo convertirá en partido: el Partito
della Rifondazione comunista.
Siguiendo el razonamiento que hace el sociólogo y politólogo
Jean-Yves Dormagen en I
comunisti, del PCI al nacimiento de Rifondazione comunista. Una semiología
política emerge un juicio
nítido sobre qué era la
Rifondazione en sus inicios: "una aglomeración en torno
a los símbolos comunistas". Diferentes historias, grupos y procedencias
--tal vez una fusión en frío ante
litteram-- unidos en la
defensa de un símbolo: la hoz y el martillo. En su origen es evidente la
intensidad de la batalla política y jurídica por la propiedad de los signos de
identidad y, también, una reiterada producción litúrgica para volver a
movilizar a la comunidad que fue. Incluso para ser "más comunistas que
antes".
Una tarde de invierno en el comité estudiantil de mi instituto,
después de la manifestación contra la guerra, veo a Lula, mi mejor amiga,
sentada en la ventana con el símbolo de la paz en su blanquísima mejilla.
Resalta mucho. Debemos discutir qué vamos a proponer el día después en la
asamblea del instituto. Quizás tiene razón, debemos ser pacifistas contra la
guerra y ocupar las clases. Pienso ...
Una tarde de verano en bicicleta. Atravieso el puente hacia la
plaza donde está la estatua de Garibaldi. En un banquito hay dos banderas. Se
reparten octavillas para adherirse al Movimiento por la Refundación comunista.
Cojo una.
Dario Danti
Nota. Este capítulo ha sido traducido por José Luis López Bulla
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